El Señor de los Hombres
En la madrugada gris como un humo que se extiende sobre los campos glaucos, extiendo mi enorme humanidad. En mí se encienden las estrellas y también se apagan. En mí la niña de la otra cuadra se asoma para ver a su galán atizando el fuego. En mí derivan los planetas y novan los viejos soles con sus hálitos de luces turquesas. Mi sangre y mi carne púrpuras ocupan el universo, porque soy el pueblo silencioso que prepara su hervor y su estallido para destruir los boques del silencio.
En tanto, un lejano alborear bosteza sobre el mundo.
En tanto, un lejano alborear bosteza sobre el mundo.